Todos experimentamos el mundo como si nosotros estuviésemos al centro de la realidad.
Pensamos y sentimos en relación a como nuestros sentidos absorben la información y como esta información se mezcla con nuestros recuerdos personales. La percepción subjetiva creada por esta interacción provee la ilusión de importancia.
Nos olvidamos que esta percepción solo existe en nuestras mentes y que cada una de las personas cercanas a nosotros camina con exactamente la misma mentalidad.
La verdad, somos uno en un billón, y sobre el transcurso de la historia, todo acerca de nosotros es insignificante. Incluso personas como Newton y Einstein, quienes fueron venerados por sus contribuciones a la humanidad, son solo un poco menos insignificantes.
Nuestro universo contiene un septillon de estrellas (un uno seguido de 24 ceros) y muchas de estas estrellas contienen muchas, muchas más formas de polvo que nosotros llamamos planetas. Si alguno de nosotros deja de existir mañana, poco cambiará más allá de los estados emocionales subjetivos de las personas en nuestros círculos inmediatos.
La Tierra continuará su orbita, y las leyes de física se mantendrán intactas. No somos más que una fracción de ondulación en un mar infinito de entropía.
Muchos de nosotros no nos gusta escuchar esto. Entra en conflicto con la historia que nos cuenta nuestra mente.
Crecemos pensando en que somos especiales, y nos gusta creerlo. Pero no digo esto por insolente o por deprimirte. De hecho, muy por el contrario. Lo digo porque distinguir entre nuestra percepción subjetiva y la realidad objetiva es la clave para vivir una vida significativa e importante.
Reconocer nuestra poca importancia nos libera de las garras de la voz egocéntrica en nuestra cabeza que es principalmente responsable de muchas de las dificultades de la vida.
Es la voz que nos compara con gente que no importa, es la misma voz que nos convence que tenemos derecho a una vida cómoda y fácil, y es la misma voz que nos viene persiguiendo con medidas arbitrarias de éxito.
¿y el resultado?
Pasamos nuestro tiempo adquiriendo cosas que no necesitamos, vacilamos ante a la primera señal de dificultad e incomodidad, y un buen día, nos despertamos con el tic-tac del reloj dándonos cuenta que, todo este tiempo, hemos vivido la vida de otra persona.
La forma segura de estar insatisfecho es caminar como si tuvieras algún tipo de posición privilegiada en el universo. No es solo una ilusión completamente falsa y perjudicial, sino también pasa por alto los beneficios complementarios de ser un don nadie.
Me gustaría guiarte a través de estos.
Ser un don nadie nos permite experimentar verdaderamente la profundidad de lo sublime
En 1757, Edmund Burke publicó unos de los trabajos mas influyentes en estética. Es una rama de la filosofía que trata de la naturaleza de la belleza.
En el, él separa la experiencia sensorial entre La Belleza y Lo Sublime.
Nosotros estamos familiarizados con La Belleza. Puede ser resumida en una definición estándar. La vemos todos los días en las cosas que encontramos impresionantes y agradables. Sin embargo, Lo Sublime es diferente. Es más que solo visiblemente tentador. Es arrollador. Nos hace sentir pequeños, y tiene el poder de engullirnos.
Nos encuentra cuando estamos en asombro en frente del poder de la naturaleza, se experimenta en la emoción del amor, y se descubre cuando nos vemos impulsados por una gran obra de arte. Es un sentido aumentado de la existencia mas allá del confort y la normalidad.
Para disfrutar completamente Lo Sublime, tenemos que dar parte de nosotros mismos. Estamos obligados a aceptar un grado de inferioridad para la conexión con algo más grande. El riesgo de la vulnerabilidad se equilibra con la recompensa del éxtasis.
Nadie esta inmune a experimentar esta maravilla, pero un ego y un profundo sentido de la importancia personal se interponen en el camino. Ellos buscan del éxtasis sin aceptar la vulnerabilidad, y entonces se encuentra arrinconados por el miedo.
No hay nada deseable al respecto. Conduce a una especie de parálisis que roba el potencial de experimentar alguna de las grandes alegrías de la vida. Puede enmascararse de humos o racionalidad, pero la verdad, no es mas que inseguridad.
Siendo nadie, tú no tienes este problema. Tú aceptas que ya estas desnudo, por lo que lo puedes poner en exhibición para intentar ganar algo.
Más a menudo que no, lo haces.
Ser un don nadie nos libera de las presiones irracionales y las expectativas de un mundo incierto.
Vivimos nuestra vida guiados por etiquetas y jerarquías. Es como hacemos sentido de nuestra compleja realidad. Esto es, estas etiquetas y jerarquías no son absolutas.
Un árbol no es árbol por que la ley de la naturaleza lo definió como un árbol. Es un árbol porque nuestros cerebros cognitivos han aprendido a entenderlo como tal. Es nuestra manera de traducir nuestro ruido sensorial en un modo de organización que nos es útil.
Esta es una distinción crucial. Nuestra observación de la realidad es una aproximación limitada a los limites del lenguaje. Es incierto y en gran parte impredecible. Como el último Laureado Nobel Albert Camus celebró, vivimos para razonar con un mundo irrazonable y que a menudo nos lleva a vidas conflictivas.
Cuando enlazamos estas etiquetas y jerarquías muy cercanas a nuestra identidad, anclamos nuestras expectativas a cosas que son fundamentalmente frágiles.
Si obtienes tu valor como CEO y el hecho de que ejerces un grado de poder en el contexto de una empresa, en vez, de valores intrínsecos, entonces eventualmente te encontraras en una posición de conflicto.
La vida no esta preocupada con el sentido artificial de la importancia. En algún momento, habrá una divergencia entre la historia que te cuentas a ti mismo y la fría, dura realidad. Tu valor neto no importará, y la caída será mucho mas abrupta.
Cuando no eres nadie, sin embargo, no pretendes esa etiqueta – ya sea buena o mala – no es más que un producto de nuestra imaginación colectiva. Te liberas a ti mismo de muchas de las pequeñas presiones sociales de la existencia.
Puede que tú aún asumas roles con cierto orgullo, pero sabiendo que esto no te convierte en algo más ni menos importante ya que una base mas fuerte te apoya.
Es un cambio mental pequeño que hace una gran diferencia.
Ser un don nadie te da la humildad de darnos cuenta que son nuestras luchas las que nos definen, no nuestros deseos.
Cuando nos convencemos que somos mas especiales de lo que el universo dicta, tendemos a desarrollar un derecho sobre lo que la vida nos debe.
Escogemos creer lo superficial de lo que son las historias acerca la felicidad y éxito, y fácilmente pensamos que no cuestan nada.
La dura verdad es que el universo no nos debe nada. Es absolutamente indiferente a lo que tú y yo queremos. Existe tal como es, basado en las fuerzas que actúan sobre él, y para configurar un resultado a nuestro favor, dependerá de las batallas que queramos dar.
Esta bien querer una carrera increíble, pero avanzando con el supuesto que es porque te lo mereces no te llevará allí. Es el precio que estés dispuesto a pagar lo que lo hará. Es ese trabajo inicial sin recompensa y esas largas, largas horas de sangre y sudor y lagrimas internas sin fin que lo harán.
El aceptar esta lucha, toma humildad. Requiere que tú reconozcas que tú eres como todo el mundo que quiere un gran trabajo, una estupenda relación, y felicidad permanente. Tus deseos no son únicos.
Significa que tú aceptas que la diferencia no es lo que tú quieres, pero por lo que estés dispuesto a sufrir. Se trata de las concesiones que estés dispuesto a tolerar, de las palizas que estés dispuesto a asumir, y de saber que, a pesar de todo eso, los frutos de tu trabajo pueden ser nada.
Se trata de mirar a la vida con audacia y tener el coraje de decirlo
“Yo no seré mucho, y se que no siempre tendré lo
que quiera, pero seguro que no significa que lo intentare.”
Y que, finalmente, es el propósito de la vida. Tratar y ver la realidad en su verdadera forma y entonces hacer lo que puedas para constituirla en lo que te gustaría que fuera.
Ya eres un don nadie, tal como yo. No nos deben nada. Mientras antes lo entendamos, antes podemos poner el foco en las cosas que podemos cambiar. Y hay mucho que podemos cambiar. No es fácil, pero es ese precisamente el valor.
Todos somos una parte insignificante de una vasta entidad cósmica, y realmente hay algo hermoso en eso, solo tienes que escoger verlo por lo que es.
Traducción
Autor: Zat Rana, Design Luck
La publicación original la puedes en contrar en
https://designluck.com/nobody/?fbclid=IwAR1cH1305rYD0_pmLAVYniawjmf9c3Gcyq9e3s-_-FNyTiX22UqpgoPlP6s
Las fotos no son las originales de la publicación.