En mi vida me he topado con gente enfocada en su vida laboral, yo los llamo los Samurái. Esos que avanzan con espada en mano, directo a lo suyo, con objetivos claros, tan determinados en sus metas que nada los dettiene. No dejan de provocar en mi una serie de emociones, entre ellas la envidia.
Yo no soy una Samurái, pero si me gustaría serlo en lo que al trabajo se refiere. En este ámbito me defino más como una vagabunda que se pasea con proyectos que se pegan con velcrom de mala calidad para concretar la oferta.
En muchas ocasiones me he preguntado ¿porqué a mi no me pasa eso de avanzar como Samurái? Es entonces cuando dudo de mi paso lento, guiado por el placer y el aprendizaje, que claramente no estimula a mi Samurái interna. Luego paso a preguntarme ¿cuál es mi objetivo? ¿qué es lo que quiero? y en vez de llegar a una respuesta concreta continuo más orientada en el camino que en el objetivo.
Las redes sociales me tienen podrida con tanta positividad y que al final todo depende de mi, de mi fluir, de mi esfuerzo, de mi dedicación, de mi potencial, en fin, un stress que en poco contribuye a mi caminar, o la vagabunda, o a la samurái con espada apuntando al suelo.
Pero ahora, volvamos al tema central, mi envidia.
Desde hace 40 años estoy casada con un Samurái guiado por la luz de sus metas. Recuerdo que desde muy temprano en la relación me decía cosas que quería hacer y que para mi sorpresa las cumplía con paso decidido y fuerte. Me asombraban nuestras conversaciones en donde aparecían sueños que pululaban con fuerza en su cabeza, entonces me parecía que eran eventos imposibles de concretar. Sin embargo, cada uno de esos sueños se fue convirtiendo en una realidad, temporal, difícil y que muchas veces significó altos costos personales, pero para él eran objetivos que se concretaban.
Con el tiempo, aprendí a confiar y a apoyar ese camino. El viaje por la vida fue guiado más por su ritmo que por el mío, mi envidia se acomodo en un lugar poco visitado por mi, ósea deje de alimentarla con comparaciones innecesarias y expectativas poco claras.
De vez en cuando aparecía en forma de berrinche, reclamando más ritmo, más empuje, más energía y todas esas cosas, sin embargo la pregunta de que es lo que quiero, surgía con fuerza y la potencial Samurái ponía la espada en el suelo y se dedicaba a contemplar el camino.
Desde entonces hasta ahora creo que él ha logrado lo que quería, lo cumplió, lo hizo, lo completó y ya llegó a su meta. Nada de esto ha sucedido sin retrocesos, ni tropiezos, muy por el contrario a pesar de esas barreras, él lo ha logrado.
La envidia se transformó en una especie de admiración y respeto por tal nivel de decisión. Ya no es un llamado a lo que no hago yo, sino más bien una mirada a lo que él logró.
Entonces hoy celebro su llegada y lo veo con el deseo de menos prisa en el cuerpo, él esta en son de espera, de cuidado, de autocuidado, viendo para donde parte o quizás donde quedarse. Su mirada esta más cercana, ósea ya no hay una meta lejana, sino una contemplación a lo conseguido.
Finalmente, mi envidia se transformó, me tomó tiempo y no me motivó a buscar a mi samurái interna, más bien me mantuvo mirando el suyo.
Como su pareja, compañera de vida y amiga, ya no necesito correr para alcanzarlo, y entonces me puedo concentrar en su rimo actual, que me acomoda.
La envidia también ha dado paso a muchas preguntas, algunas de especulación frente a lo que no fue y otras que me proyectan en lo que viene ¿cómo haremos para encontrar un ritmo común? ¿queremos encontrarlo? Ya que el camino se acorta ¿cuánto falta para terminarlo?
Estar en la pregunta es lo mío y en la respuesta lo suyo ¿cómo haremos para estar en este intercambio?
¿Porqué escribo esto?
Para mi es como reflexionar en voz alta, es exponer lo que me pasa y lo que no. Me conecta con el ser humano que soy, que le pasan cosas como la envidia y también con la transformación de esta.
Mi crecimiento personal no es fácil, ni corto, ni menos permanente y el mantenerme en la conciencia de este desarrollo me permite también asegurar la transformación como proceso constante en nuestras vidas.
Escribir esto me pone a mirar mi camino de logros inesperados, sorpresas asombrosas, encuentros extraordinarios, aprendizajes profundos y por sobretodo el enorme capital que he construido con todos aquellos seres que han sido parte de este camino. Por lo vivido, la gratitud es hoy lo que prima en mi vida.
----------------- 0 ----------------- 0 ---------------- 0 ----------------- 0 ----------------- 0 ----------------------
In my life, I have come across people focused on their work life; I call them Samurais. Those who move forward with sword in hand, straight to the point, with clear objectives, so determined in their goals that nothing stops them. They provoke in me a series of emotions, among them envy.
I am not a Samurai, however when it comes to my job, I would like to be one. At work, I define myself more as a tramp that walks around with her projects that are stuck with poor quality Velcro; therefore they do not translate into clear offers.
On many occasions, I have wondered, why I do not advance as a Samurai? It is then when doubt my slow pace, guided by pleasure and learning, which clearly does not stimulate my inner Samurai. Then I go on to ask myself, what is my goal? What do I want? And instead of arriving to a concrete answer, I continue to be more oriented towards the path than towards the objective.
Social networks and it fake positivity doesn’t help, messages like: in the end everything depends on me, or my flow, or my effort, or my dedication, or my potential, this is stresses that do not contribute to my pace, or the vagabond, or the samurai with a sword pointing to the ground.
Anyway, back to the main topic, my envy.
For 40 years I have been married to a Samurai guided by the light of his goals. I remember from very early in the relationship he told me things he wanted to do and to my surprise he fulfilled them with determination and strong steps. I was amazed at our conversations where dreams appeared circling strongly in his head, to me those were events impossible to achieve. However, each one of those dreams became a reality, provisional, difficult and often meant high personal costs, but for him they were materialized goals.
Over time, I learned to trust and support his path. In time, our life was guided more by his rhythm than by mine, my envy settled in a place rarely visited by me, I stopped feeding it with unnecessary comparisons and unclear expectations.
From time to time it appeared in me in the form of a tantrum, demanding more rhythm, more thrust, more energy and all that stuff, however the question of what I want, came up strongly and the potential Samurai put the sword on the ground and spent to contemplate the road.
Today, I see he has achieved what he wanted, he fulfilled it, he did it, he completed it and he has already reached his goals. None of this has happened without setbacks or stumbles, quite the contrary, despite those barriers, he has achieved it.
Envy was transformed into a kind of admiration and respect for such a level of decision. It is no longer a call to what I don't do, but rather a look at what he has achieved.
So today, I celebrate his arrival and I see him with the desire of less urgency in the body, he is caring, self-caring, seeing where he goes next or perhaps where he wants to stay. His gaze is closer, there is no longer a distant goal, but a contemplation of what has been achieved.
Finally, my envy was transformed, it took time and it didn't forced me to look for my inner samurai, rather it kept me looking at his.
As his life partner and friend, I no longer need to run to catch up with him, and can focus on his current rhyme, which suits me well.
Envy has also given way to many questions, some of speculation about what did not happened and others that project me into what is to come: how will we find a common rhythm? Do we want to find it? Since the path has shortened, how much longer to finish it?
Being in the question is my thing and in the answer his, how are we going to be in this exchange?
Why am I writing this?
For me it's like reflecting out loud, it's exposing what happens to me and what doesn't. It connects me with the human being that I am, for who things like envy happen and also with its transformation.
My personal growth is not easy, nor short, nor less permanent, and staying aware of this development allows me to ensure transformation as a constant process in my life.
Writing this makes me look at my path of unexpected achievements, amazing surprises, extraordinary encounters, deep learning and above all the enormous capital that I have built with all those beings that have been part of this journey. For what I have lived, gratitude is today what prevails in my life.
Comments