Después de varios años trabajando en la oficina más importante de la corporación, él como el ejecutivo principal y ella como su asistente, ocurrió lo inevitable: se enredaron en una relación que se parecía al amor.
Este sentimiento no tenía la inocencia de un amor juvenil como nos solíamos imaginar de adolecentes, sino más bien una intensión de mantener los pies en la tierra.
Él era un hombre atlético, vestía con elegancia y proyectaba mucha seguridad en sí mismo. Su piel blanca bien cuidada, sus ojos azul intensos y una mirada suave, lo hacían un hombre atractivo. Era querido y respetado en su trabajo, mostraba un interés real en su equipo y disfrutaba de las conversaciones sencillas para llegar a conocer a las personas. En su vida personal, había experimentado dos divorcios amigables que le permitían relaciones cordiales con sus ex parejas y estar cerca de sus dos hijos. Sin embargo, las negociaciones con los abogados en cada divorcio lo habían dejado con heridas y preocupaciones sobre futuras relaciones. Hasta ese momento, no había tenido relaciones significativas y se sentía solo.
Por otro lado, ella era una mujer alta, con manos de pianista y piernas atléticas. Caminaba con calma y seguridad, sin llamar la atención de manera ostentosa, pero su postura y estilo naturalmente atraían las miradas en cualquier lugar. Maquillada a la perfección lucia sus facciones en una piel más bien oscura, ojos grandes y una mirada profunda, no la hacían pasar desapercibida. Independiente, auto-cuidada en lo físico, intelectual y emocional; los años de terapia la habían ayudado a tomar decisiones que en ese momento la hacían sentir muy segura de sus capacidades y posibilidades futuras. Algunas de ellas eran la independencia financiera, la certeza que los hijos no eran para ella, y la confianza poder apoyar a quienes lo necesitaran. Tenía una formación académica variada y sólida que la hacia un elemento fundamental en el equipo.
Ambos eran adultos con peso en el cuerpo y el corazón. Aunque no compartían detalles personales de sus vidas, intercambiaban mucha información profesional. Poco a poco, surgió la amistad y luego ese sentimiento que se asemejaba al amor.
Al principio, los encuentros eran casuales, con mucha naturalidad, y ninguno de los dos pensó que algo más grande estuviera naciendo. Sin embargo, más rápido que tarde, sus miradas se llenaron de intención y pasión. Coincidieron en no querer ignorar lo que estaba pasando, sin embargo debían cuidar su reputación en el trabajo.
La oficina se transformó en la oportunidad de estar a solas para explorarse con moderación, la mayoría de las veces con la torpeza que imponía la prisa. Jugaban a mirarse con cuidado y plena intensión, intercambiaban documentos innecesarios donde lo importante era el roce de los cuerpos. Las llamadas anónimos, con sus respiraciones profundas, donde cada uno tenía que encontrar algo que decir para que nadie sospechara, se volvieron cada día más frecuentes.
Fuera de la oficina los encuentros eran planificados cuidadosamente, ella lideraba la estrategia y él se dejaba llevar porque estaba seguro que era la mejor opción.
Ambos eran muy conocidos en la ciudad, por lo que ella investigaba cuidadosamente cuales eran los lugares apropiados para zambullir los cuerpos en ese sentir que se parecía al amor.
Pasaron algunos meses en estas aventuras secretas, hasta que él propuso que se casaran. Ninguno de los dos era un chiquillo y no tenían tiempo que perder, o esto era serio o no era. Él vio en esto una hermosa oportunidad para volver a abrazar el amor. Ella no se sorprendió y la conversación tomó un giro estratégico, en donde las preguntas abiertas eran para ser desarrolladas y no respondidas.
¿Cómo propones que lo hagamos?
¿Cuáles son tus ideas sobre nuestra vida juntos?
¿Cómo afectará esto a tus hijos?
¿Qué pasa con nuestros trabajos? … Y muchas más.
El escucho atentamente sin interrumpirla, dándose cuenta que esta conversación pertenecía a un ámbito del matrimonio que se enfrentaba al divorcio inevitable.
Cuando ella terminó con el lista, se quedaron en silencio contemplando el horizonte y buscando en sus cuerpos como resolver este sentir parecido al amor que los dirigía a toda velocidad.
Acordaron tomarse un tiempo para coordinar ideas y planificar lo que cada uno deseaba. De esta manera, podrían hacer propuestas mutuas de cómo abordar el matrimonio con madurez y claridad, considerando lo que cada uno necesitaba y estaba dispuesto a ofrecer, con seguridad y respeto por otro.
Durante varios meses, los encuentros continuaron, pero ambos conscientemente evitaron tocar el tema del matrimonio, ya que sabían que esa conversación necesitaba un espacio diferente que definirían más adelante.
Sus coqueteos continuaron sin cesar, cada vez más intensos y juguetones. Eran como una declaración de querer decir que sí al matrimonio, pero aún no tenían claro cómo hacerlo.
Finalmente, llegó el día en que las presiones laborales les forzaron a considerar seriamente su futuro. Estaban evaluando nuevas posiciones que requerirían que se mudaran al extranjero.
Presionados por la situación, organizaron un encuentro cuidadosamente planeado por ella, para tener privacidad, tiempo y la documentación necesaria para formalizar un acuerdo que firmarían. ¿Lo firmarían? Sí, se trataba de un acuerdo con nombre de contrato prenupcial, en el que ambos exponían las condiciones legales dentro del matrimonio.
Ella comenzó con su parte de la propuesta. Muchos de los temas estaban relacionados con el dinero que ganaba y la libertad que ella necesitaba. También se incluía una lista de todo lo que podía aportar al avance de la carrera profesional y las oportunidades trabajo para él. Además, expresó lo que estaba dispuesta a ofrecer y lo que no quería dejar atrás. También habló de su futuro, incluyendo una jubilación digna y acorde a su posición actual, como se sentía y lo que quería en caso de un divorcio; como se encargaría de los cambio de vivienda y de apoyar a sus hijos en caso de necesidad. En resumen, ella estaba dejando el puesto de asistente ejecutiva en la oficina para convertirse en la gerente de estrategia de sus vidas.
Él escuchó y leyó los documentos con calma, y luego presento su propuesta. Muchos de los elementos eran similares a los de ella, lo que reflejaba la claridad y entendimiento mutuo en su relación.
Ambos leyeron en voz alta los documentos, hicieron las observaciones necesarias y llegaron a un acuerdo por escrito en el que estaban de acuerdo.
Este sentimiento parecido al amor se hizo más fuerte y significativo, dejando de ser la mosca en la sopa para convertirse en el néctar de su relación. Se abrazaron sintiendo que habían abordado todos los temas importantes, y acordaron someterlo a la revisión de abogados, como una precaución adicional para garantizar que se cubrieron los detalles legales que quizás no habían considerado en su conversación.
La relación continuo en secreto hasta que los documentos estuvieron listos. Una vez finalizados, se reunieron nuevamente para confirmar los detalles. Las conversaciones con los abogados incluyeron temas como la muerte, la invalidez, las enfermedades físicas y mentales, el desempleo y el engaño, entre otros aspectos que son parte de la vida, pero que no habían discutido en nombre de este sentimiento parecido al amor. Todas estas conversaciones y documentos fluyeron de manera natural, ya que ambos deseaban que así fuera.
Finalmente, todo fue firmado y su relación se hizo pública. No hubo grandes sorpresas entre amigos ni en sus familias. La oficina celebró el asenso de él y lamentó la partida de ella, pero sabían que esta relación aportaba valor a la empresa.
La ceremonia oficial se celebró según lo acordado, y el matrimonio comenzó una nueva etapa en otro lugar del mundo.
¿Por qué escribo esto?
Conocí a esta mujer personalmente durante un almuerzo, aunque no tuve una larga conversación con ella. Fue su amiga quien me contó la historia.
En mi opinión, llegar a casarse con esta claridad tiene la gran ventaja de plantearse preguntas importantes sobre el futuro personal, la pareja, el trabajo, la familia y la vida antes de que surjan conflictos.
Me parece valiente de parte de ambos haber tenido la serenidad y claridad para abordar temas complejos que están rodeados de incertidumbre, pero que, una vez discutidos, especialmente cuando se ponen por escrito, proporcionan un punto de partida solido para ambos.
A mi me parece, que esta conversación da seguridad a ambas partes, pero principalmente a las mujeres que se sienten atadas a relaciones por un tema económico y no saben llegar a tener esta libertad de poder decidir.
Entiendo que este es un caso particular, ya que ambos eran adultos maduros con vidas vividas y decisiones tomadas en muchos aspectos. Sin embargo, en mi opinión, esta conversación valió la pena sostener ya que puede prepararnos para los desafíos de la vida así esto no se interponen al amor convirtiéndolo en resentimiento y dolor.
Aunque nada garantiza que el matrimonio continúe, al menos cuentan con un acuerdo al que pueden recurrir en caso de conflicto.
No se si esta pareja sigue junta, tendré que averiguar.
After several years of working in the corporation's most important office, he as the top executive and she as his assistant, the inevitable happened: they became entangled in a relationship that resembled love.
This feeling lacked the innocence of youthful love, as we often imagine in our teenage years, but rather had an intention to keep their feet on the ground.
He was an athletic man, dressed elegantly, and projected a lot of self-confidence. His well-kept white skin, intense blue eyes, and a gentle gaze made him an attractive man. He was loved and respected at work, showed a genuine interest in his team, and enjoyed simple conversations to get to know people. In his personal life, he had experienced two friendly divorces that allowed for cordial relationships with his ex-partners and close proximity to his two children. However, the negotiations with lawyers in each divorce had left him with wounds and concerns about future relationships. Until that moment, he had not had significant relationships and felt lonely.
On the other hand, she was a tall woman with pianist hands and athletic legs. She walked calmly and confidently, not drawing ostentatious attention, but her posture and natural style naturally was noticed wherever she went. Perfectly put together, her features shone on her rather dark skin, with large eyes and a deep gaze that didn't go unnoticed. Independent, self-care in physical, intellectual, and emotional aspects; years of therapy had helped her make decisions that made her feel very secure about her capabilities and future possibilities at that moment. Some of these decisions included financial independence, the certainty that children were not for her, and the confidence to support those in need. She had a diverse and solid academic background that made her an essential element in the team.
Both were adults with weight in both body and heart. Although they didn't share personal details of their lives, they exchanged a lot of professional information. Slowly, friendship emerged, and then that feeling that resembled love.
At first, their encounters were casual, with a lot of naturalness, and neither of them thought that something bigger was happening. However, quicker than expected, their gazes filled with intention and passion. They agreed not to ignore what was happening, but they had to be careful about their reputation at work.
The office became an opportunity to be alone to explore with restraint, most of the time with the clumsiness imposed by haste. They played at looking at each other carefully and with full intention, exchanging unnecessary documents where the important thing was the touch of their bodies. Anonymous phone calls, with deep breaths, where each had to find something to say to avoid suspicion, became more frequent every day.
Outside the office, their encounters were carefully planned, with her leading the strategy and him going along because he was sure it was the best option. Both were well known in the city, so she carefully investigated which were the appropriate places to immerse their bodies in that feeling that resembled love.
Several months passed in these secret adventures until he proposed that they get married. Neither of them was a child therefore they didn't have time to waste; it was either serious or not at all. He saw this as a beautiful opportunity to embrace love again. She was not surprised, and the conversation took a strategic turn, where open questions were meant to be developed, not answered.
"How do you propose we do this?"
"What are your ideas about our life together?"
"How will this affect your children?"
"What about our jobs?" ... And, many more.
He listened attentively without interrupting her, realizing that this conversation belonged to a time in which marriage was facing the inevitable divorce.
When she finished her list, they fell into silence, contemplating the horizon and searching in their bodies for how to resolve this feeling that resembled love, and which was driving them at full speed.
They agreed to take some time to coordinate ideas and plan what each wanted. This way, they could make mutual proposals on how to approach marriage with maturity and clarity, considering what each needed and was willing to offer, with security and respect for each other.
For several months, their encounters continued, but both consciously avoided discussing the topic of marriage, as they knew that this conversation needed a different space that they would define later.
Their flirting continued unabated, becoming increasingly intense and playful. It was like a declaration of wanting to say "yes" to marriage, but they still didn't know how to do it.
Finally, the day came when work pressures forced them to seriously consider their future. They were evaluating new positions that would require them to move abroad.
Pressured by the situation, they organized a carefully planned meeting led by her to have privacy, time, and the necessary documentation to formalize an agreement they would sign. Would they sign it? Yes, it was a contract-like agreement, which they named a prenuptial contract, in which both laid out the legal conditions within the marriage.
She began with her proposal. Many of the topics were related to the money she earned and the freedom she needed. It also included a list of everything she could contribute to the advancement of their professional careers and work opportunities for him. Furthermore, she expressed what she was willing to offer and what she didn't want to leave behind. She also talked about her future, including a dignified retirement commensurate with her current position, how she felt, and what she wanted in case of a divorce; how she would handle changes in housing and support her children in case of need. In short, she was leaving her position as executive assistant in the office to become the manager of their lives' strategy.
He listened and read the documents calmly, and then presented his proposal. Many of the elements were similar to hers, reflecting mutual clarity and understanding in their relationship.
Both read the documents aloud, made necessary remarks, and reached a written agreement they both agreed on.
This feeling that resembled love became stronger and more meaningful, no longer something that bother them but rather the nectar of their relationship. They embraced, feeling that they had addressed all the important issues, and agreed to have it reviewed by lawyers as an additional precaution to ensure that any legal details they may not have considered in their conversation were covered.
The relationship continued in secret until the documents were ready. Once they were finalized, they met again to confirm the details. Conversations with lawyers included topics such as death, disability, physical and mental illnesses, unemployment, and infidelity, among other aspects that are part of life but had not been discussed in the name of this feeling that resembled love. All these conversations and documents flowed naturally, as both wished it to be so.
Finally, everything was signed, and their relationship became public. There were no big surprises among friends or in their families. The office celebrated his promotion and mourned her departure, but they knew that this relationship added value to the company.
The official ceremony was held as agreed, and the marriage began a new stage in another part of the world.
Why am I writing this?
Although I didn't have an extensive conversation with the protagonist of the story, it was her friend who told me the juicy details.
In my opinion, getting married with this level of clarity has the great advantage of asking important questions about personal future, the relationship, work, family, and life before conflicts arise.
I find it brave of both of them to have had the serenity and clarity to address complex issues surrounded by uncertainty but, once discussed, especially when put in writing, provide a solid starting point for both.
In my view, this conversation provides security to both parties, but mainly to women who feel bound to relationships for economic reasons and don't know how to achieve this freedom of choice.
I understand that this is a particular case, as both were mature adults with life experiences and decisions made in many aspects. However, in my view, this conversation was worth having as it can prepare us for life's challenges so they don't interfere with love, turning it into resentment and pain.
Although nothing guarantees that the marriage will continue, at least they have an agreement to refer to in case of conflict.
I don't know if this couple is still together; I will have to find out.